La primera forma de hablar inteligentemente es ENSEÑAR, cada día que pasa como padres, docentes o especialista estamos enseñando algo.  Esta experiencia puede ser cálida y significativa, nos une a nuestros niños y niñas.  Esas experiencia inolvidables de por vida de cuando le enseñamos a nuestros hijos a andar en bicicleta, patines, usar un papelote, nadar, jugar con plasticina para hacer diferentes formas, y otras como habilidades sociales, comer, control de esfínteres, vestirse y tantas que diariamente enseñamos.  También incluimos cuando nos preguntan de como funcionan las cosas, qué es esto, qué es aquello.  Somos una fuente de aprendizaje de 24 horas, 365 días al año.

Aún así que deseamos enseñar nos puede ocurrir que caigamos en dar cátedras o regaños, siendo muy probable que el mensaje se pierda.

Algunos padres se sienten felices enseñando, pero no demuestra mucho AFECTO, ellos mismos se sienten incómodos cuando los hijos son muy emotivos.  Tratan de superar su incomodidad tratando de que el niño entienda la lógica de la situación y se impancientan cuando no es así.  Por ejemplo: «Catalina, si escucharas lo que te digo, sabrías cómo hacer tu tarea de matemáticas, llorar no sirve de nada».

Cada uno de los 6 estilos tiene sus beneficios y sus limitaciones.

Consejos:  ¿Cómo hacerlo? Formas correctas de decirlo:

¿Cómo NO decirlo?

El lenguaje que utilicemos poco motivador, los sobrenombres y las comparaciones,  son las peores afirmaciones que podemos hacer, aquellos padres que utilizan un modo de enseñanza crítica nunca emplean la EMPATÍA.  Aprender a hablar con mayor empatía ayuda realmente a ser más pacientes.

Debemos aplicar estas enseñanzas cuando:

  1. La ansiedad o la frustración son bajas (para ambos).
  2. El niño hace preguntas tranquilamente.
  3. Los niños no están preocupados por otras cosas.
  4. No es probable que usted sea crítico.