En la medida de lo posible el educador —ya sea padre o maestro— pueden diseñar zonas y cambiar de sitio el mobiliario para satisfacer las necesidades táctiles y de movimiento de los niños, proporcionándoles así la oportunidad de desplazarse de un sitio a otro, para que puedan estirarse, moverse y mantenerse activos.
Lo ideal sería que cada niño en el aula pudiera tener zonas de entrada, de trabajo, de depósito de materiales, de exhibición, de biblioteca, de descanso y de movimiento, pero aunque el espacio sea muy pequeño siempre quedan recursos para que cada niño desde su lugar y mesa de trabajo pueda estirarse, hacer ejercicios de brazos, darse vueltas, balancearse, etcétera.
La planificación del espacio permite variar el acomodo de las mesas y bancos, según ciertas actividades y no siempre con las tradicionales hileras; los mismos alumnos ayudan a transformar el espacio en lugares más propicios para el aprendizaje en grupos o con áreas que les permitan mejor el movimiento.