El padecimiento de esta enfermedad crónica supone una serie de alteraciones en la vida del niño que pueden repercutir tanto en su propio equilibrio psicológico como en su vida familiar y escolar.
El asma bronquial, como cualquier enfermedad crónica, provoca alteraciones psicológicas que afectan principalmente al comportamiento y estado emocional del niño.
La ansiedad es uno de los estados emocionales más frecuentes en los niños asmáticos severos (Gila y Matín-Mateos, 1991). La crisis asmática es una situación altamente aversiva debido, principalmente, a la sensación de ahogo que el niño experimenta. Además, como ya se ha comentado, todas las situaciones relacionadas con el padecimiento de la crisis (médicos, hospitales, medicinas, etc.), o las actividades que propician su desarrollo (llanto, ejercicio, risa, etc.), suelen quedar condicionadas, provocando elevados niveles de ansiedad en el niño. Esta ansiedad es, a su vez, uno de los principales precipitantes de la crisis asmática ya que muchas de la manifestaciones de la ansiedad (angustia, hiperventilación, etc.) son comunes a la crisis asmática, pudiendo confundirse con ésta y contribuir al inicio de una nueva crisis.
Por otra parte, las propias características del asma bronquial hacen de éste un trastorno especialmente proclive al padecimiento de la ansiedad. La intermitencia de las crisis y la variedad de factores que pueden desencadenarla, provocan una gran incertidumbre sobre la aparición de la crisis, lo que evidentemente contribuye al desarrollo de un estado de ansiedad, que puede llegar a ser crónico.
La depresión no es un estado emocional tan frecuentemente relacionado con el asma bronquial infantil, aunque en los casos más graves puede ser es estado final al que llegan estos niños ante la incapacidad para manejar su trastorno )Gila y Martín-Mateos, 1991).
Finalmente, señalar las repercusiones que sobre el nivel de actividad del niño tiene el padecimiento de este trastorno; repercusiones que afectan tanto a la privación de ejercicio físico como a la aparición de alteraciones del comportamiento. La privación de ejercicio físico es una restricción más frecuentemente impuesta por las madres, a los niños que padecen asma severa. Esta privación suele estar motivada por el miedo (inicialmente de la madre, después condicionado también en el niño) a que cualquier tipo de ejercicio (deporte, juego u otros), provoque una crisis asmática. Sin embargo, la realización de ejercicio físico moderado en los niños asmáticos, incluso en los casos de asma de esfuerzo, parece ser más beneficiosa que perjudicial. Algunos deportes que no requieren de una carrera continuada (por ejemplo la natación), pueden estar especialmente indicados para estos niños. En todo caso la adecuación del tipo de actividad física, así como la medicación per-ejercicio adecuada a cada niño debe hacerse siguiendo las indicaciones del médico. Por otra parte, destacar que algunas de las alteraciones del comportamiento observadas en niños asmáticos (sobre todos varones) derivan, precisamente, de la citada privación de actividad.
Repercusiones del asma sobre la familia:
- Alteraciones del ritmo familiar.
- Descanso relativo de los miembros.
- Conductas de sobreprotección de los padres.
- Esta conducta dada en forma frecuente retrasa la adquisición de hábitos de autonomía en el niño y como consecuencia dificulta la integración con sus iguales y el desarrollo de unas adecuadas relaciones sociales.
Repercusiones del asma en el ámbito escolar:
- Absentismo escolar.
- Retraso escolar.
- Desfase con sus pares por absentismo escolar.
- Estrés y ansiedad por ir retrasado.
- Circulo vicioso entre ausencia-desfase-ansiedad-crisis asmática-evitación escolar-mayor desfase (se va retroalimentando).
Fuente: Dificultades de aprendizaje e Intervención Psicopedagógica.
Biblioteca de S.O.S. TEACHER PSICOPEDAGOGÍA