El lenguaje oral no es una destreza aislada, se inscribe dentro del con­junto de funciones y conductas que posibilitan la comunicación y buena parte de las operaciones mentales.

Los factores que influyen en el desarrollo del lenguaje son: la práctica, la motivación y la dirección que les demos.

El progreso del lenguaje dependerá de que esos factores se den en el am­biente familiar del niño y en el medio escolar. Normalmente, los padres proporcionan la práctica y la motivación.   Es im­portante en este aspecto considerar la satisfacción que experimenta la familia cuando los hijos aprenden a hablar,  el tercero de estos factores es muy difícil que se lo proporcione el ambiente familiar.   Este hecho resulta lógico de comprender, si consideramos la inexistencia de un conocimiento adecuado por parte de todos los padres sobre có­mo guiar de modo eficaz al niño para lograr el desarrollo del lenguaje. Con fre­cuencia se piensa que hablar es muy sencillo y común, pero en realidad resulta complicado. Tengamos en cuenta que hablar requiere coordinación de los labios, la lengua, los dientes, el paladar, las mandíbulas, las mejillas, la voz y la res­piración. De tal forma que el niño necesitará la ayuda de un buen modelo al que imitar para aprender con exactitud las palabras y conseguir que el resultado de su imitación sea correcto. Sólo a través de una enseñanza específica, dirigida, se logra un vocabulario adecuado.[i]

A los tres años los niños tienen un vocabulario bastante rico, a medida de sus necesidades.  A partir de este momento hasta el ingreso de la escuela, el lenguaje infantil es esquemático, con algunos errores de sintaxis y una buena cantidad de dislalias (pronunciar incorrectamente las palabras), lo cual se va mejorando y enriqueciendo gradualmente con el contacto de otros pares y de los mismos adultos, además de las experiencias que le hagamos vivir, formándose cadenas de palabras que se hacen más largas y complejas, uso de oraciones coordinadas y subordinadas.  Recordemos la importancia de la estimulación por medio de cuentos, rimas, poesías, títeres, canciones, sonidos onomatopéyicos, laminas con escenas que representen el diario vivir,  estos son los instrumentos que poseemos para estimular el lenguaje.

Recuerde hablar bien, si los niños pronuncian mal una palabra,  repítasela correctamente para que acostumbre a su oído a los sonidos correctos de palabras y letras.

Los niños son nuestros mejores imitadores, así que sea un buen ejemplo para ellos.

Mañana continuaremos con: percepción auditiva y visual!!!!



[i] Programa de estimulación lingüística en educación infantil, Junta de Andalucía