Las primeras reacciones de miedo de un bebé son expresión del sentimiento difuso de peligro que un niño experimenta ante la pérdida de la sustentación, ante cambios bruscos en el entorno, ante ruidos inesperados, y se expresan con sobresalto, temblor y llanto.
Otras manifestaciones que aparecen es el temor a separarse de la madre o de las figuras protectoras. Son manifestaciones de ansiedad de la separación y del temor a perder a unas figuras protectoras de las que depende para su supervivencia y seguridad. La ansiedad que provoca la separación va adquiriendo matices distintos, para el niño pequeño separarse de la madre puede ser sinónimo de perderla para siempre, quedando él en un peligro extremo; el miedo de ser devorado es un ejemplo típico de esto. Más adelante, el temor se modifica y pasa a tener miedo a enojarla, a perder su amor.
A este tipo de emociones corresponden miedos muy frecuentes en la infancia como son el miedo a estar solo, a la oscuridad, a perderse, a lugares y personas desconocidos. A los ocho meses de vida, suelen aparecer reacciones de extrañeza y miedo ante el extraño, lo que indica la creciente capacidad de la mente infantil para distinguir entre lo cercano y tranquilizador y lo desconocido y angustiante. Son miedos útiles para prevenir peligros y funcionan como una señal de alerta a los niños a pedir ayuda.
Se dice que los miedos suelen ir en aumento desde el nacimiento, alcanza su punto más alto a los 4 y 7 años en que empiezan a disminuir.
Mañana continuaremos con los «Miedos en la primera infancia».